Tras la concreción de la compra de la red social, una serie de cambios en las políticas de contenidos y la generación de negocio por parte del nuevo dueño, Elon Musk, han levantado la polémica y el temor entre usuarios, analistas y marcas.
¿Está Twitter experimentando solo un cambio de temporada? En el hemisferio norte caen las hojas otoñales y corren vientos fríos que anuncian la próxima llegada del invierno. Tal parece que la fiesta de las brujas, las calabazas y los monstruos han venido acompañados de un temporal en el mundo de las redes sociales. Elon Musk tomó las riendas de Twitter y el vendaval se desató casi de inmediato.
La historia oficial empezó en primavera, según cuenta detalladamente la BBC, un 14 de abril, cuando el multimillonario declaró públicamente que quería comprarla por US$44.000 millones. Al principio se creía que todo sería como una cálida tarde de picnic. Pero, tras reuniones secretas, muchos polémicos tuits, idas y venidas, la venta se concretó a fines de octubre con varios sinsabores. Era un sueño que Musk acariciaba desde mucho antes y que casi no se concreta.
¿Se trata del capricho de “un nuevo rico” o un interés comercial puro? Erick Iriarte, CEO de eBIZ, señaló durante su presentación en el programa “Al vuelo” de Raul Tola, que estamos ante un “trofeo de la libertad de expresión”. Musk hizo su fortuna en el mundo físico, pasó al mundo digital, se volvió pionero en los viajes espaciales y ahora ha adquirido una empresa muy valorada, pero no necesariamente rentable, al menos hasta antes de Musk.
Twitter no ha obtenido beneficios en años anteriores a pesar de que intentó hacerlo. Tiene mucha fuerza en el debate político global, pero su número de usuarios sigue estancado en unos 300 millones al mes y la publicidad, según los estados financieros difundidos hasta el último semestre, no alcanza para cubrir los costos. Y menos ahora que se están retirando grandes anunciantes, como algunos competidores de Telsa, su emblemática empresa de autos.
“Twitter es una plataforma libre, pero que sea libre no significa que sea gratis”
Erick Iriarte, CEO de eBIZ
La prensa internacional ha informado que, durante las idas y venidas previas al cierre de la compra, se cuestionó el total de usuarios “no humanos” o bots de la red social. Parte del problema era que se estaba pagando más de lo que en realidad valía, recalcaron los analistas. Pero el tema no se resolvió en los tribunales porque Musk iba a tener que pagar igual lo ofrecido en su compromiso de compra, aunque no la adquiriera.
El plazo se vencía y debía proceder, así que el 28 de octubre concretó la compra. Ahora es propiedad de Musk, no cotiza en la bolsa, pero tendrá que responder sobre la rentabilidad de la misma ante los amigos y bancos que lo han ayudado a juntar los millones en efectivo que ha pagado por ella. Es por eso que la rentabilidad del trofeo se ha vuelto sustancial.
Ni bien llegó, el multimillonario, sacó a los principales directivos, incluyendo a la asesoría legal y financiera. Ese fue el primer ventarrón que anunciaba la tormenta; El siguiente golpe, el despido del 50% del personal (7500 empleados), incluyendo una planilla completa en México, profesionales de áreas como marketing o ingeniería y hasta los curadores de contenido.
“Con respecto a la reducción de la fuerza laboral de Twitter, desafortunadamente no hay otra opción cuando la empresa está perdiendo más de US$4 millones por día”, dijo Musk en un tuit. No hubo un anuncio de dos meses previos, como aseguran quienes interpondrán acciones legales ante el despido masivo y la desconexión de laptops sorpresiva. Pero ese no es el único gran cambio.
El multimillonario, clasificado por Forbes como la persona más rica del mundo al sumar un patrimonio de unos US$250 mil millones, ha hecho varios anuncios que también han generado polémica: pagar por un instrumento que hasta ahora ha sido gratis. “Twitter es una plataforma libre, pero que sea libre no significa que sea gratis y a eso apuntan”, explicó Iriarte.
Un reporte de The New York Times destacó que, con el fin de rentabilizar la red social, se está preparando una transformación del servicio Twitter Blue que permitiría a los usuarios enviar mensajes directos a artistas, celebridades, políticos y otras cuentas populares. Se está proponiendo un pago de alrededor de US$8 al año, que es casi como una suscripción a Netflix mensual. A los críticos de la propuesta les molesta los supuestos privilegios en el acceso a información para suscriptores.
Otro de los anuncios relacionados con este nuevo servicio “premium” es el integrarlo a las marcas de verificación (que actualmente autentica que la cuenta con el nombre de una persona de interés corresponda realmente con esa persona). Así, bajo la premisa del “poder para el pueblo” por US$ 8 al mes, y con el objetivo declarado de limpiar la red de bots que fingen ser usuarios -el santo grial de las redes sociales- se estaría diluyendo el valor de una herramienta que da valor a la comunidad y no sólo al usuario que hoy la ostenta. La medida responde a la idea de lograr rentabilidad que va de la mano del sueño de Musk de lograr X, la aplicación para todo.
Mas allá del modelo de negocio que proponga esta nueva dirección de Twitter, también hay preocupación por lo que esta compra signifique en términos de derechos y libertad en el uso de la misma, dada la postura de Musk de combatir el anonimato a través de activamente empeorar la calidad de la experiencia para cuentas no acreditadas -por no pagar el nuevo servicio-, situación que impacta directamente el uso de esta herramienta en lugares donde se ha vuelto crítica para hacer denuncias cuando salir del anonimato puede acarrear penas de cárcel o hasta la muerte, todo por evitar ese supuesto 5% de bots o trolls. El debate se viene encendiendo con fuerza.
Desde el gobierno estadounidense han advertido, por lo pronto, que no quieren “discursos de odio” propagándose en las redes sociales ¿Se podrá publicar de todo con absoluta libertad en esta nueva temporada del pajarito azul tal como anunció Elon Musk (días antes de establecer su propias primeras reglas de bloqueo)? No se necesita eliminar por completo a los usuarios anónimos para garantizar el respeto en el intercambio de opiniones, advierte Iriarte. “Existe el libertinaje, pero no por eso quitamos libertades”, remarcó.