Columnista invitada: Pamela Antonioli De Rutté*
En 1963 se publicó el Reporte Robbins (nombrado por el Lord a quien el gobierno británico encomendara la tarea), que concluyó con la recomendación de convertir en universidades a todos los colegios de avanzada tecnología, bajo la premisa que era el rol de la universidad crear, preservar y difundir conocimiento; mientras tanto, aquí en el Perú, el primero de esos verbos fue recién puesto en relieve por ley en 2014, con la Ley 30220, más conocida como la Ley Universitaria.
Hoy, mientras año tras año en nuestro país asoman intentos de retroceso y contrarreforma, en otros se ha seguido debatiendo sobre el rol de la universidad en tiempos actuales. Para responder a esa pregunta hay que considerar varios elementos que nos llevan a revisar lo establecido por Robbins. El hecho de crear conocimiento se mantiene a través de la investigación. Sin embargo, no podemos decir que el preservarlo y difundirlo se ha mantenido invariable desde los sesentas: con el acceso a internet y el open data, el conocimiento está muchas veces al alcance de algunos clics. Por otro lado, existe un elemento que en las últimas décadas ha aparecido de manera constante en las universidades de mayor prestigio: la generación de valor. Éste puede entenderse en dos sentidos: la empleabilidad, es decir, la formación de capital humano y su ocupación en empleos de calidad, y la creación de riqueza y desarrollo a través de la puesta en uso del conocimiento.
De hecho, George Holmes, Vicerrector de la Universidad de Bolton, nos invita a enfocarnos más en la sabiduría atrás del criterio, entendimiento, interpretación y aplicación del conocimiento. La universidad de hoy se debe entender entonces como un espacio para innovar a partir del conocimiento generado, pero, sobre todo, de la integración de éste para dar lugar a nuevas ideas en respuesta a retos actuales. En palabras del mismo Holmes “se trata de se trata de empujar los límites de la comprensión interpretativa teniendo como premisa la conexión con la comunidad e integración con la sociedad”. Ejemplo de ello es cómo muchas universidades han sido eje de desarrollo local.
Desde el inicio de mi vida profesional, ligada íntimamente a la I+D+i, he buscado el acercamiento con la academia como fuente invaluable de conocimiento aplicable a la industria, y he sido testigo de cómo se ha avanzado en esta vinculación universidad-empresa. Hay que reconocer que mucho del trabajo satisfactorio era producto de la excelente relación con la persona dentro de la universidad más que de un marco institucional que facilitara la articulación a la interna para el trabajo conjunto. Las universidades son eso, universos, que como cualquier organización grande tiene un gran reto en orquestar sus dependencias (facultades, incubadoras, centros de investigación, escuelas de postgrado, etc.) y no caer en la trampa de los “silos”. En este punto, un sector productivo organizado puede ser un aliado para generar una arquitectura de conexión con la academia más inteligente, que facilite la información sobre las necesidades del sector y a la vez ofrezca canalizar posibilidades de aplicación del conocimiento para innovar en conjunto.
Siempre será un buen momento para fortalecer nuestras universidades y que asuman su rol de cantera de innovadores integrados a su sociedad, un rol que no puede estar de espaldas a la industria, de lo contrario, nuestro futuro será el de permanecer a la cola del desarrollo.
*Gerente en Hub de Innovación Minera del Perú. Biotecnóloga con experiencia en formulación y desarrollo de proyectos de I+D+i y en gestión pública y privada relacionada a innovación.