Columnista invitado: Hans Rothgiesser
Quienes han visto la película 300 entenderán de inmediato cuán importante la falange. Esta formación de combate es una organización táctica de guerra en la cual los soldados avanzan en perfecto orden, manteniendo por delante una línea única de combatientes muy próximos unos a los otros.
La llamada falange clásica tenía una profundidad de entre ocho y 16 guerreros, Aunque a lo largo de la historia hubo diferentes versiones. Por ejemplo, aquella vigente desde el siglo VII antes de Cristo hasta la guerra del Peloponeso doscientos años después, conflicto que sirvió como marco para la película en cuestión. Ahora bien, lo que hace particularmente interesante a la falange en esta etapa es que no se trata solamente de una formación militar. Es también una expresión de comunidad entre iguales.
Por ejemplo, en combate había que respetar la formación. Si uno de los guerreros se salía de la fila ponía en peligro su vida, pues no tenía compañeros que le protegieran del costado. Además, ese combatiente que se salía de la formación ponía en peligro la vida de otros, pues dejaba un hueco por el que se podía romper la línea si el enemigo aplicaba suficiente presión. En ese sentido, en una falange no hay sitio para individuos heroicos, como los personajes de las épicas batallas narradas por Homero: Aquiles, Ulises, etc. La falange funciona porque se prioriza a la victoria del grupo por encima de la gloria personal.
De igual manera, la lógica de la falange se aplica a la vida en comunidad también. Si tienes una ciudad griega en guerra del Peloponeso, cada quién tiene una función asignada si es que se quiere sobrevivir como comunidad. De esa manera, por ejemplo, el soldado confía en que la espada que han forjado para él es la mejor espada posible e irá a la guerra creyendo eso. No obstante, si ese encargado de forjar la espada se salió de la formación por alguna razón y no cumple con su parte, es como si se saliese de la falange y no podrá ser defendido por los demás. Y lo que es peor, su falta pone en peligro la vida de otros.
Si bien es difícil identificar quién fue el inventor de la falange, sí se conoce el nombre de algunos de los que la innovaron, perfeccionándola. Por ejemplo, el estratega Epaminondas, que en algún momento estuvo al mando del ejército de Tebas. Se enfrentó a los espartanos en 371 antes de Cristo con un ejército más pequeño. Venció gracias a una innovación astuta. Puso a su falange frente a la falange de los espartanos. No obstante, la falange tebana estaba en un ángulo oblicuo, de derecha a izquierda en el campo de batalla, concentrando a la izquierda a cien de sus mejores combatientes. Al iniciar la acción, los tebanos rompieron la falange espartana a la izquierda -que a ese lado era menos profunda que la tebana- y luego envolvieron a la formación enemiga. A esta táctica le llamaron el martillo.
Otro gran innovador fue el rey macedonio Filipo II, quien sería más conocido como el padre de Alejandro Magno. Filipo había visto las tácticas de Epaminondas y regresó a Macedonia con la intención de mejorarlas aún más. Implementó a los soldados de la primera línea con lanzas de seis metros de largo que se manejaban con las dos manos, lo que los obligó a llevar el escudo colgado al cuello. Con estas potentes lanzas, llamadas sarissas, lograba derribar a todo lo que se acercara, desde falanges enemigas hasta elefantes.
¿Cómo se aplican las innovaciones de Epaminondas y de Filipo a la vida en comunidad que veía a la falange como un estilo de vida en la Grecia antigua? Eso queda para ser discutido luego. Antes habría que discutir si esa filosofía de vida aún se aplica hoy en día.
*Economista de la Universidad del Pacífico con maestría en periodismo por la Universidad de Gales (Reino Unido). Actualmente miembro del Consejo Consultivo del Grupo Stakeholders.