Columnista invitado: Hans Rothgiesser
Cuando Jim Shooter comenzó a escribir, la editorial de superhéroes DC Comics ya llevaba siete años intentando hacer cuajar su historieta Legion of Superheroes (una especie de Liga de la Justicia que opera en el siglo 30). Pero con las sugerencias de historias que Shooter enviara a DC no sólo se revitalizaría el título, sino que le valieron un contrato para escribir en otros, como Supergirl y Superman.
Poco después Shooter llegaba a Nueva York a firmar el contrato junto su madre, pues DC ignoraba un pequeño gran detalle: a quien estaban trayendo a sus filas era un adolescente de catorce años. A partir de allí y pese a su juventud, él pudo no sólo apoyar a su familia con sus problemas económicos enviando guiones por correo desde Pittsburgh, sino que revolucionaría el negocio de los cómics.
Desde tan temprana edad, el joven prodigio contribuyó con elementos nuevos que se adelantarían a varias modas que llegarían después. Por ejemplo, él escribió la primera carrera entre los súper veloces Superman y Flash, iniciando una moda de comparar superhéroes con sus poderes. También introdujo a superhéroes como Karate Kid años antes de que las películas de acción las pusieran de moda.
Más delante pasaría a la competencia, Marvel Cómics, para luego volver a DC. Pero en su segunda fase en Marvel, a la que llegase invitado en 1976 por la leyenda de esta industria Marv Wolfman, es cuando haría su más grande contribución. No un personaje o una historia, sino una nueva forma de comercializar cómics.
Shooter fue nombrado el noveno editor en jefe de Marvel Cómics en 1978. Stan Lee, quien hasta entonces había dirigido todo desde las sombras, se mudó a Los Ángeles para encargarse de las adaptaciones de los personajes al cine y la televisión, dejándole más libertad de la que se esperaba.
En 1981, los cómics se colocaban a través de un canal de comercialización a quioscos y anaqueles específicos en tiendas. Empresas como Marvel tenían que tratar con los distribuidores directamente y someterse a sus presiones. Aun cuando podían hacer cómics más profundos, si el canal de comercialización se bloqueaba, sería por gusto. Pero comenzaba a proliferar el formato de tienda especializada: Incluso ya había cadenas de tiendas que solo vendían historietas.
Por otro lado, de una colaboración previa entre Marvel y una disquera para la creación de un personaje relacionado a la música del que hubiese un cómic, además de música original y película producidas y vendidas por esta última, había nacido Dazzler, una superheroína con estética de la música disco. Este trato eventualmente se caería, pero los derechos del personaje aún eran de Marvel.
Allí fue que Shooter anunció que el cómic de Dazzler se vendería de manera exclusiva en tiendas especializadas, y no en quioscos o en otros puntos de venta tradicional. Y aunque otras editoriales de menor tamaño ya habían probado este modelo probado antes, aplicarlo en una editorial del tamaño de Marvel era revolucionario. Fue una bomba.
La jugada, aunque generó descontento en los distribuidores, funcionó. Y si bien los siguientes números de Dazzler salieron por el canal tradicional, otros títulos de Marvel continuaron con este modelo. Esto acabó por cimentar a las tiendas especializadas de cómics no sólo como espacios exclusivos para figuras de acción y otros productos coleccionables, sino como puntos de encuentro para todos sus fans, incluyendo tal vez a algún otro adolescente que está escribiendo una buena historia para enviársela a DC.
*Economista de la Universidad del Pacífico con maestría en periodismo por la Universidad de Gales (Reino Unido). Actualmente miembro del Consejo Consultivo del Grupo Stakeholders.