Columnista invitada: Pamela Antonioli De Rutté*
Desde el 24 de febrero, día en el que Rusia comenzó acciones militares en Ucrania, noticieros en todo el mundo, así como redes sociales, nos han hecho llegar imágenes con la capacidad de generar diversas reacciones que van desde el asombro hasta la indignación, pero que no dejan constantemente de conmovernos. Sin embargo, hay una imagen que está lejos de poder ser catalogada como conmovedora pero que es de las que más ha llamado mi atención: la de Vladimir Putin en una sala amplia, con una mesa larga, él sentado en la cabecera de la mesa y su ministro de defensa casi al otro extremo de la mesa.
Y aquí quiero dejar de lado las posiciones políticas detrás de esta guerra y centrarme en el contexto de ambos países vistos como grupo humano. ¿Por qué me llamó tanto la atención? Probablemente porque se me dificulte entender un momento donde un líder sea tan necesario, pero a la vez tan lejano. Una imagen totalmente opuesta a la que transmite Zelenski, palmo a palmo, con su equipo.
La siguiente pregunta que me hice fue ¿qué efectos puede acarrear la distancia entre un líder o lideresa y su equipo? Una de las cosas que creo puede decantarse de la lejanía, por ejemplo, es la dificultad para construir confianza. Me pregunto si alguno de los sentados al extremo de la mesa de Putin se sentirá cómodo en comentar si algo no va saliendo como se esperaba. Por el lado del líder ucraniano, todo parece indicar que su equipo no tendría obstáculos en hablar con franqueza acerca de sus aciertos y errores.
La incertidumbre es una condición que comparte la innovación con las situaciones extremas como la guerra o las crisis. Es en estos contextos de incertidumbre donde más puede calar un buen liderazgo. ¿Por qué? Porque, además de inspirar, facilita una comunicación franca y pueden tomarse decisiones sobre información real. En la guerra Rusia – Ucrania, solo el tiempo podrá hacer de estas primeras impresiones huellas indelebles que se plasmen en la historia y expliquen futuros resultados.
Hay un dicho que, no sé de quién es, pero se me hace de los más ciertos: las buenas historias emanan de dos situaciones, personas extraordinarias en situaciones ordinarias o personas ordinarias en situaciones extraordinarias; entendiéndose el término ordinario como cotidiano, cercano, familiar, común. La guerra es una situación extraordinaria de la que es más probable que surjan historias en las que personas ordinarias destaquen por cualidades más cercanas a lo humano que a personas que destaquen por habilidades super humanas.
La capacidad de inspirar y construir un equipo compenetrados no es poca cosa. Como bien mencionó Guy Kawasaki, referente en nuevas tecnologías y marketing y “evangelista” de Apple y Canva, cuando habló de “El arte de Innovar” los dos primeros puntos para tener en cuenta son: crear sentido/significado (Make meaning not money) y elaborar el argumento que sustente su importancia. Solo el tiempo podrá decir quien supo congregar y formar equipo otorgándole un sentido a las acciones, y quién lo hizo otorgándole más peso al cargo y poder que a la importancia de la lucha.
*Gerente en Hub de Innovación Minera del Perú. Biotecnóloga con experiencia en formulación y desarrollo de proyectos de I+D+i y en gestión pública y privada relacionada a innovación.