Columnista invitado: Hans Rothgiesser*
Ya a finales de los años 70, el director John Carpenter había llamado la atención con dos películas notables, Dark Star y Assault on Precint 13. Ninguna de las dos había sido éxito comercial ni había sido bien recibida por la crítica especializada. Sin embargo, ambas encontraron un lugar en el público como películas de culto. No sólo eso, sino que tenían el mérito de haber sido películas muy costo efectivas. Y la segunda de éstas no sólo fue barata, sino que cumplió también con los plazos que le pusieron, generando que otros productores se interesaran en este joven cineasta que no solo escribía los guiones de sus películas, las dirigía y editaba, sino que además componía la música completa… y todo cumpliendo los plazos de la industria formal del cine. Es más, lo hacía todo por una fracción de lo que cobrarían en Hollywood un director, un editor, un guionista y un músico por separado.
Carpenter, que de estudiante filmara un cortometraje llamado Captain Voyeur, sobre un hombre con un trabajo aburrido que se obsesiona con una mujer y la sigue a su casa, trabajaba ya para la televisión, colaborando con películas hechas para la pantalla pequeña. Todo esto en su conjunto hizo que un tal Irwin Yablans quisiera reunirse con él. Yablans era un productor y distribuidor independiente que luego se posicionaría como un referente en el cine del terror. Hacía un tiempo quería sacar una película sobre un asesino serial que mataba niñeras. Le llevó la idea a Carpenter, quien comenzó entonces a desarrollar una historia. Le llevaron el proyecto a Moustapha Akkad, productor y director de origen sirio, para que pusiera parte del dinero que les faltaba para empezar la filmación.
El proyecto que le traían Carpenter y Yablans sería el primero donde él sería productor ejecutivo, pero no dirigiría. La película, identificada aún como The Babysitter Murders, seguía siendo una operación de bajo presupuesto. Akkad había visto Assault on Precint 13 en el festival de Milán y le parecía que podía confiar en Carpenter. Su objetivo era lanzar una película que tuviera el mismo impacto que The Exorcist.
Carpenter aceptó el humilde sueldo de US$10 mil por escribir, dirigir y musicalizar la película, que Yablans sugirió pasara a llamarse Halloween. A cambio, pidió total control creativo sobre el proyecto. Con la experiencia que tenía y su conocimiento de las limitaciones presupuestales, propuso que toda Halloween transcurriera en una sola noche. Luego, fue aún más allá y sugirió que toda la acción transcurriera en una sola calle. Y así fue. Los que han visto Halloween reconocerán que, salvo algunas secuencias cortas -como las filmadas en el manicomio o en el colegio-, el resto transcurre en su totalidad en una misma calle, incluyendo la secuencia inicial que transcurre en el pasado. Este guión, escrito por Carpenter en un notable tiempo de 10 días, resultó en una reducción de presupuesto significativa.
De no haber sido por el impacto de la visión de Carpenter, Halloween no habría sido filmada y el público habría sido privado de una de las piedras angulares del género del terror moderno. Aun cuando Halloween no fue la primera película del subgénero del slasher -en la cual un asesino va matando brutalmente víctimas una por una-, fue la que dejó establecidos varios de los elementos que serían parte fundamental de este tipo de películas. Por ejemplo, que la víctima que se deja para el final sea una mujer y que sea la más inocente. Y que sea ésta, la más pura, quien termine matando a la amenaza. Este fenómeno sería conocido como el final girl trope.
No obstante, este manejo costo efectivo de una producción solo fue posible porque Carpenter tenía experiencia previa. Sin ese manejo, no habría podido sacar adelante la fundacional Halloween, lo que a su vez no lo habría llevado a dirigir otras películas maravillosas, como The Thing o They Live. Por su lado, la película tuvo vida propia. Halloween tuvo varias secuelas y remakes. Nada mal para un director joven buscando innovar reduciendo costos.