Ese matemático innovador

¿Qué personaje tuvo desde pequeño un especial interés por la geometría que años después aplicaría todo ese talento matemático y se convertiría en emperador? acompaña a @mildemonios a descubrirlo.


Columnista invitado: Hans Rothgiesser*


Algunos educadores consideran que todo lo que se enseña en el colegio se puede reducir a dos grandes áreas: pensamiento lógico matemático y comunicación. Si estás bien en esas dos cosas, todo lo demás -se supone- cae por su propio peso. Tomemos como ejemplo un aficionado a las matemáticas del siglo 18. Un personaje que desde pequeño tuvo un especial interés por la geometría, lo cual luego aplicaría a otras disciplinas. Es más, en el colegio era una de las pocas materias que le interesaban. Sin embargo, en su vida eso pareció ser suficiente.

De niño ya sobresalía en esa materia, pero la situación económica de su familia obligó a su padre a colocarlo a los diez años de edad en una escuela militar. Durante su formación asistiría a clases de los conocidos matemáticos de su época: Louis Monge -a quien le debemos el sistema diédrico- y Pierre-Simon de Laplace -considerado el Newton francés-. Éste último fue el encargado de aprobar su ingreso al Real Cuerpo de Artillería cuando tenía apenas 16 años de edad.

En ese entonces las matemáticas ya eran relevantes en la formación de los militares. Había que calcular trayectorias de proyectiles, ubicación de cañones, etc. Su brillante actitud para los números le permitió llamar la atención y ascender en el ejército. De hecho, una de las razones por las que comenzó a ganar batallas fue por el uso perfecto de la artillería. Se le describía como un genio a la hora de colocar los cañones en el campo y bombardeando con ellos las zonas que consideraba oportunas, en contra a los comentarios de los oficiales, los cuales muchas veces no entendían lo que sucedía hasta que ya era demasiado tarde.

En 1789 estalló un conflicto interno en su país. Por manifestar simpatía por una de las partes, terminó en la cárcel por un tiempo. Al salir, estuvo bajo las órdenes del comandante en jefe del ejército nacional. Intervino entonces en reprimir una insurrección en 1795. Durante estos conflictos su genialidad saldría aún más a la luz. Para entonces ya era extremadamente popular. Sus estrategias y liderazgo lo habían hecho una celebridad. Los que gobernaban le tenían algo de temor, por lo que decidieron alejarlo de la capital, enviándolo en una campaña a un país en otro continente. Eso no impediría que regresara hecho un héroe y terminara colocándose a sí mismo al mando del gobierno.

En 1826 se publicó un teorema que lleva su nombre, aunque los historiadores están de acuerdo en que esa atribución es un error. No hay pruebas fehacientes de que él haya sido el verdadero autor. Es más, esta publicación fue años después de su muerte en cautiverio. El verdadero responsable de esta publicación sería un tal Lorenzo Mascheroni, quien era su admirador y le había dedicado su libro Geometría del compasso en 1797. Se conocían desde el año anterior, cuando iniciaron una sólida amistad.

Estamos hablando, por supuesto, de Napoleón Bonaparte, que aplicaría todo este talento matemático para la geometría a la guerra. A Laplace lo nombraría ministro del interior durante un breve periodo y después senador. A Monge lo nombró conde y senador. Es más, en 1797 se cuenta que Napoléon tuvo una reunión con Laplace y con otro célebre matemático, Jospeh Louis Lagrange -a quien le debemos el sistema métrico-, en el que el general los sorprendió con la demostración de un teorema. A esto Laplace comentó “general, esperábamos de usted cualquier cosa, excepto lecciones de geometría”. No olvidemos que se trataba de alguien que surgió de abajo para llegar a ser emperador.


*Economista de la Universidad del Pacífico con maestría en periodismo por la Universidad de Gales (Reino Unido). Actualmente miembro del Consejo Consultivo del Grupo Stakeholders.

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