Columnista invitado: Pamela Antonioli
Si bien es cierto que resulta obvio pensar en trabajo de campo cuando se piensa en el sector minero, solo aquellos que trabajan en este sector saben lo complejo de coordinar los ingresos a las unidades mineras. Y es que los estándares de seguridad en la minería formal son muy altos y cada vez más exigentes. Más allá de los trabajadores, cualquier visita a mina – de proveedores o de externos de cualquier otra índole – requieren pasar un examen médico.
Uno de los ejes de trabajo en el Hub de Innovación Minera del Perú es el de talento y cultura, debido a que no sirve de mucho acercar innovaciones si es que a la interna de las organizaciones no existen las herramientas, actitudes y procesos que faciliten este tipo de proyectos de innovación. Por ello, ofrecemos talleres in situ a nuestras empresas asociadas para poder trabajar en campo estos temas. Y este mes, de los milagros, tuvimos el placer de visitar no una sino dos de ellas.
Es por la cercanía entre ambas visitas que pude notar una oportunidad en torno al proceso de exámenes médicos. Y es que, si bien hay un Anexo 16 que establece la norma, cada empresa tiene algunos requisitos particulares y algunos laboratorios aprobados con los que trabajan. Por ello, algunos proveedores o visitantes deben repetir el examen con cierta frecuencia con los bemoles que correspondan. Esto, cuando hablamos de una mype o de startups que han logrado levantar el interés de una empresa para trabajar juntos un desarrollo puede resultar no solo en tiempo perdido sino, en algunos casos, en costos adicionales a los supuestos en el proyecto.
La oportunidad es clara pero no sencilla, ya que el dolor no es directamente de la empresa minera; ahora bien, podría ser indirecto considerando retrasos por observaciones o por disponibilidades de la visita, pero es claro que no es algo urgente ni apremiante, y suele ser más fácil seguir haciendo las cosas como siempre. Este es un caso en el que los efectos son más sutiles: primero, el poder facilitar la colaboración con nuevos, pequeños e innovadores proveedores y promover la cadena de proveeduría; y segundo, el hecho de poder homologar de manera colaborativa, tal vez no de manera exacta, pero con una base de convalidación común, podría incluso ser un ejercicio de revisión y discusión útil sobre qué puntos añaden valor o no, y optimizar ese proceso. Esto requeriría estar abiertos a aceptar que los resultados de un examen para la compañía X pueden ser convalidados parcial o totalmente por la compañía Y.
No es nada sencillo, de hecho, hay un antecedente de hace más o menos 10 años en el que se discutió el tema entre varias empresas. Pero, en el mes de los milagros, quién sabe podríamos retomar una iniciativa así. Diez años después, creo firmemente que la cultura de colaboración e innovación en el sector es mayor. En el camino, seguiremos promoviendo esta cultura y recorriendo el Perú de la mano de nuestras empresas asociadas, quienes ya dieron un primer paso con el solo hecho de sumarse a un programa colaborativo de innovación.