Columnista invitado: Hans Rothgiesser
A los siete acusados Rennie Davis, David Dellinger, John Froines, Tom Hayden, Abbie Hoffman, Jerry Rubin y Lee Weiner se les conoce como los Siete de Chicago o los Siete de la Conspiración. Durante la Convención Nacional Democrática de 1968 realizaron protestas principalmente contra la Guerra de Vietnam. A los siete se les acusó de conspiración por supuestamente haber incitado a la violencia, entre otros cargos. Desde entonces hasta hoy en día su caso ha sido representado en películas, obras de teatro y canciones por ser vistos como héroes del movimiento de la contracultura de los años sesenta. El famoso artista de protesta Robert Crumb, por ejemplo, les dedicó un poster hoy famoso para anunciar una actividad pro fondos.
Cada uno de ellos luego tuvo su propia interesante vida, aunque algunas fueron más bien cortas. La de Rennie Davis en particularmente es bastante interesante. Había usado astutamente el juicio de cuatro meses y medio para llamar la atención sobre aspectos de la participación de Estados Unidos en la Guerra de Vietnam. Cuando fue liberado luego, Davis se había consolidado como un activista y líder relevante a nivel nacional. No era para menos. Antes de protestar ya había estado en Hanoi, Vietnam, para ver con sus propios ojos esa realidad. Había estado también en Checoslovaquia para reunirse con estudiantes de distintos países y coordinar protestas.
Después de que lo liberaran también viajó y se convirtió en un personaje de relevancia internacional. Llegó a ser amigo de John Lennon y estuvo presente cuando se terminó de producir la impactante canción Imagine, la cual justamente habla del poder de una persona que puede imaginar un futuro mejor. Y en 1973, dio el giro que sorprendió a muchos.
No organizó más protestas, no gritó más arengas con su altavoz, no se encadenó a ningún edificio con sus compañeros. Tomó sus cosas y se fue a escuchar las enseñanzas del Guru Maharaj Ji en un evento en India. Su vida cambió de una manera tan radical, que un periódico comentó que Davis parecía haber recibido una lobotomía ese día. “Y si no la había recibido, quizás debería intentarlo”, añadió.
Desde entonces se convirtió en su seguidor y promotor en los Estados Unidos. Hubo mucho descontento con su nueva orientación. Dejaba las protestas en las calles atrás. Los que esperaban más de eso se sintieron traicionados. En su lugar, Davis abiertamente dijo en entrevistas y en conferencias, que el camino que él escogía a partir de ahora era el de buscar cambiar a las personas, una por una. Ya no en masa, como antes. Es decir, dejar de pensar en agregados, sino en individuos. Un enfoque mucho más espiritual y menos confrontacional.
Por otro lado, comenzó a buscar la manera de confluir su ideología con nuevas formas de hacer empresa. Continuó trabajando por décadas como consultor, promoviendo inversión en nuevas tecnologías e inversiones socialmente responsables, así como el desarrollo de distintos procesos de regímenes de sanación a través de su Fundación por la Humanidad.
Murió en el año 2021 a los 80 años de edad. El periódico New York Times describió su vida como quijotesca. Sus amigos lo recuerdan como alguien que sentía que tenía la misión de cambiar el mundo. Ciertamente lo intentó de una manera primero y de otra luego. Como sea, dejó una huella en la cultura popular y en la vida de muchos que ni siquiera supieron que él existía.
*Economista de la Universidad del Pacífico con maestría en periodismo por la Universidad de Gales (Reino Unido). Actualmente miembro del Consejo Consultivo del Grupo Stakeholders.