Columna: Erick Iriarte, CEO de eBIZ Latin America. Socio de Iriarte & Asociados y magíster en Ciencias Políticas de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Al momento que escribo estas líneas aún no tenemos resultados finales de la segunda vuelta electoral en el Perú, y probablemente pasen unos días más hasta tenerlos. Lo que sí tenemos son datos generales que podemos, y en los que debemos, pensar.
Esta clara división que hoy vemos en la votación del país -un “cimbronazo”, como dijera el presidente Sagasti- no es nueva, porque responde a algo más profundo y presente desde hace años, sino décadas: múltiples países en un solo país. No solamente diferentes modos culturales y pueblos, sino diferentes desarrollos económicos.
No se ven estas diferencias a nivel macro, donde hemos podido mejorar y ser del top mundial en control macroeconómico, sino en el despliegue para todos y todas de los beneficios de esa bonanza económica que seguimos sin poder distribuir. Esto no quiere decir que no se haya intentado o no se haya avanzado en algo: la costa peruana, sobre todo la agroindustrial, ha mejorado su calidad de vida, disminuido la pobreza extrema y la pobreza en general.
Pero la pandemia, así como reveló la poca penetración de nuestra transformación digital, también mostro la problemática de una desigual distribución económica. Y no me refiero a una obligación de poner todo en una bolsa y repartirlo (visión simplista que desconoce la labor de las personas y las organizaciones), sino a encontrar mecanismos de generación de oportunidades, de formalización, de integración económica y sobre todo de respeto de derechos para todos y todas por igual.
El reto que viene para quien gobierne es el de cerrar esta fractura; una larga brecha económica con altos impactos sociales y culturales que se refleja en la votación. Como me dijera una buena amiga: quien presida será presidente de todos y todas, aún de quienes no le dieron su voto, y así también de todos y todas será la labor de vigilancia ciudadana para que lo ganado en aspectos macroeconómicos, de estabilidad económica y de cumplimiento de metas de desarrollo sostenible sea para todos y todas, en respecto irrestricto de derechos humanos y fortalecimiento de nuestra débil institucionalidad democrática. Pero esto no será posible si no partimos de reconocer sobre todo nuestra diversidad y la necesidad de resanar estas fracturas, integrándonos en ese único país que somos: el Perú.