Columnista invitado: Hans Rothgiesser*
Todos hemos escuchado la historia de Robinson Crusoe, el náufrago que sobrevivió en una isla; basada en la experiencia real de Alexander Selkirk y plasmada en una novela escrita por Daniel Defoe. Todos hemos escuchado también la historia de Robin Hood, el noble que regresó de las cruzadas para enterarse que sus tierras habían sido despojadas; querido por haberle robado a los ricos para dárselo a los pobres. Sin embargo, muy pocos seguramente han escuchado el nombre de Jack Sheppard, alias Jack El Honesto.
Jack Sheppard era un notorio ladrón inglés, famoso por sus fugas de prisiones en Londres del siglo 18. Nació en una familia de bajos recursos. Astuto desde muy pequeño, sabía que necesitaba tener a la opinión pública a su favor para poder sobrevivir en el contexto en el que vivía. Por eso, si bien no dejaba de ser un vulgar ladrón, se preocupaba por ayudar a los que menos tenían, de tal manera que se creara la leyenda del Honesto Jack, un ladrón del pueblo. Según el historiador Peter Linebaugh, tenía una intención de liberarse de una vida laboral aburrida y se rebeló contra una sociedad con mucha desigualdad desigual.
Pasó de robar cucharas en casas a las que entraba como aprendiz de carpintero a organizar asaltos con una banda entera de delincuentes. Sin embargo, por lo que se hizo famoso fue por las fugas. La primera vez rompió el techo de la celda en el que lo tenían y se deslizó al suelo con sábanas amarradas entre sí. Aun esposado, distrajo a la multitud gritando que podía ver al fugitivo en los techos. Tener a todos mirando para arriba resultó ser útil. La segunda vez fue capturado con su pareja, Lyon. Ambos lograron romper una de las barras de la ventana y descolgarse nuevamente atando sábanas. Esta segunda fuga fue mucho más publicitada. La tercera vez se vistió de mujer, gracias a ropa que le habían hecho llegar visitantes a la prisión. Esta vez había una pena de muerte sobre su cabeza. Para cuando fue capturado una cuarta vez, Jack ya era un héroe popular y contaba con suficiente fama, como para que las autoridades tomaran precauciones adicionales. Si bien escaparse fue más difícil, lo consiguió aprovechando el escándalo ocasionado por un prisionero matando a otro. Pero la quinta sería la final.
Para entonces Jack ya tenía claro que no podía continuar así. Necesitaba una salida de esta vida, así que elaboró un plan que por poco lo convierte en leyenda. La quinta captura sería inevitable. Su fama era demasiado grande, así que estuvo en constante vigilancia, con más de 100 kilos de cadenas encima. Le dieron la opción de salvarse de la pena de muerte a cambio de que delate a sus socios. No lo hizo. La gente lo celebró aún más. Casi 200 mil personas lo acompañaron hasta el lugar de la ejecución. Durante el evento se vendió la biografía oficial de Jack, muy posiblemente, escrita por Daniel Defoe. Se dice que las ventas iban a los bolsillos del mismo Jack Sheppard, que tenía un último truco preparado. Si lo lograba, sería una leyenda y una persona adinerada. Se decía que tenía planeado publicar más material, con lo que podría mantenerse de manera legal. No obstante, no contó con un pequeño detalle.
La ley decía que Jack debía ser colgado hasta que fuese declarado muerto. Él y sus socios habían acordado esperar a que fuese declarado supuestamente muerto y después revivirlo, para lo cual tenían un doctor listo para hacerlo. No obstante, la multitud de fans que se había congregado no permitió que se llevaran el cuerpo, causando que muriera realmente. Al haberse hecho tan popular, Jack se aseguró de que su plan no pudiera ser ejecutado completamente. No pudo continuar encargando publicaciones que lo presentaran como un héroe rebelde, como Robin Hood, escritas por un escritor que inmortalizó a otros. Tenía todas las piezas en posición, pero no calculó adecuadamente el efecto de su propia fama.
*Economista de la Universidad del Pacífico con maestría en periodismo por la Universidad de Gales (Reino Unido). Actualmente miembro del Consejo Consultivo del Grupo Stakeholders.